Final Fantasy VIII

Qué raro que no hubiese hablado aún de una de mis compras digitales más molonas. Aún recuerdo con cariño ese octubre de 1999, siendo el primer FF que viví esperándolo con ansias. Me había comprado chorrocientas revistas que hablaban del juego, tenía la demo oficial (que cubría la apabullante misión en Dollet) y sabía que no me iba a decepcionar. Y no lo hizo.

El juego es de lo más emo que te puedes echar a la cara pero eso me encanta. Squall es un estudiante de SeeD que son como los Mossos d'Esquadra del mundo que, por cierto, creo que no tenía nombre. Pues ellos estudian y se entrenan en los llamados Jardines que son unas macro estaciones que tienen de todo y son chulísimas. Empiezas en la tuya, la de Balamb, donde conoces a tu profesora Mrs. Robinson que se te quiere beneficiar, el típico papel de lerda que hace Selphie en esta ocasión, el amigo divertido pero con pocas luces que es Zell o tu antítesis que es Seifer, que es como supermarica pero no lo reconocerá nunca.

Estéticamente se come con patatas al FFVII. Mucho color, mucha vida, un mundo mucho más bonito que explorar, y un cambio espectacular en el diseño de los personajes. Hemos pasado de luchar con gusiluz a unos tíos bien formaos y unas chavalas bien estilizadas (bye bye Aerith y sus cartucheras).

Otro de los aspectos más chulos eran los Guardian Force. Las clásicas invocaciones tenían en este juego mucha más vida, sus niveles, mejoras, todo muy en plan Pokémon. Que se amplió más en Japón con la opción de poderlos cuidar en tu PocketStation (que era el Tamagotchi de PSX que nunca salió de tierras niponas).

Los grandes momentos que nos regala este juegazo son muchos, pero yo destacaría todas las apariciones de Edea, la diva gay más aclamada de todos los Final Fantasy (siempre por detrás de Sephiroth, claro), esas CG en las que puedes mover al personaje, toda la música en general y, cómo no, la mejor intro de la historia de los videojuegos: